martes, 28 de junio de 2011

Palabras de Javier García al recién fallecido Maestro Juan Carlos Plá.

Estimado José Luis,

Hace alrededor de un mes me dirigí a ti y a los amigos de la comisión directiva de APM para darles mis condolencias por la muerte de un maestro mexicano del psicoanálisis, Luis Feder, hoy quiero compartir con ustedes mi pesar por la muerte de quien llamaré un maestro uruguayo-mexicano del Psicoanálisis, Juan Carlos Plá.

Carlos fue hace 40 años mi primer analista. Antes había sido docente de psicología a mi ingreso en la facultad de medicina, donde también fue profesor de psiquiatría. Lo recuerdo muy bien en aquellos tormentosos años para Uruguay, en su pequeño auto, con una risa muy juvenil, pícara y desenfadada y unos pequeños ojos agudos y afectivos tras su gran barba y lentes con marcos oscuros. Lo recuerdo junto a su compañera, una joven Esperanza, rubia y con rulos muy vivaces. Juan Carlos fue un excelente analista del que jamás olvidaré intervenciones muy agudas que me ayudaron a cambiar mi vida. Sin lugar a dudas fue Juan Carlos quien me hizo entrar en análisis de una forma decisiva y aun luego de terminado ese análisis él reaparecía en mis sueños. En 1976 terminamos ese tratamiento tras muchos golpes que nos había dado la dictadura, donde era difícil reunirse hasta para analizarse. Allí partió al exilio a México donde muchos lo ayudaron hospitalariamente, como él me lo contó.

También fue un poeta de cuyos poemas supe disfrutar antes de reencontrarlo en su primer viaje a Montevideo. Este primer reencuentro en Montevideo fue realmente muy fuerte, habían pasado cosas muy decisivas en nuestras vidas, y tuve la oportunidad de charlar y llorar ambos, caminando por la rambla de Montevideo y sentados allí, cerca del viejo Parque hotel, hoy cede del Mercosur, donde le gustaba alojarse en sus regresos.

Juan Carlos fue un hombre distinto, muy especial, ustedes también lo sabrán, un hombre de su tiempo, el tiempo de su juventud en Montevideo, el tiempo de la militancia universitaria, de la reforma de la Universidad y luego de los 60 y comienzos de los 70. Además de tenernos a todos los que lo queríamos aun desde lejos, él tenía un pequeño o gran mundo propio, donde sus ojos revoloteaban y su mente navegaba, pero siempre tuvo, para mí, unos pequeños ojos de una gran mirada puntiforme y honda, aguda y muy afectiva, enormemente humana. Comparto esto con ustedes, con los amigos y compañeros de Juan Carlos en México, con sus hijos y familia y especialmente con la querida Esperanza.

Afectuosamente, Javier.
Junio 2011.

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