domingo, 4 de noviembre de 2012

Comentario sobre la película Año Bisiesto

Simone Hazan

Este guión de Michael Rowe muestra a Laura, una joven reportera oaxaqueña que vino a buscar una vida mejor en la ciudad de México. A la manera de una obra de teatro, prácticamente toda la historia tiene lugar en un departamento. Muchas de las escenas consisten en llamadas telefónicas en las que las fabulaciones que Laura inventa para embellecer su vida nos informan acerca de todo aquello de lo que carece: buenos amigos, ricas comidas compartidas, vecinos que la protejan. En sus incursiones afuera del departamento, Laura sale en busca de los ingredientes que componen su dieta: sopas Maruchan, latas de frijoles y hombres de una sola noche.
La acción inicia el 31 de enero de un año bisiesto, a la víspera del mes de febrero que para Laura representa a la vez amor y muerte. En efecto, febrero es el mes de la San Valentín, día del amor al que tantas cosas aluden en el departamento de la joven: objetos en forma de corazón, la taza con la inscripción Love you, el libro de Fromm. Pero es también el mes de la muerte porque el día 29 se cumple el primer cuatrianiversario de la muerte de su padre.
Detrás de la banalidad de las conversaciones telefónicas de Laura con su madre se adivina una trama siniestra, tan intensa como esas fantasías que ella tiene al observar escenas de la vida cotidiana de sus vecinos. Desde el inicio de la película uno se percata de que Laura está acompañada por su padre en todo momento: cuando ajusta la foto que se encuentra en la mesita de noche, cuando se perfuma para dormir, en sus fantasías masturbatorias, cuando se acaricia o se rasura con el rastrillo del difunto.
Como una niña cuya infancia fue invadida prematuramente por la irrupción de la sexualidad en la forma de una vivencia incestuosa, Laura tiene marcados su cuerpo y su psique por una combinación de erotismo y destrucción. Este incremento traumático de lo pulsional a una edad temprana, que le provoca una sexualidad desbordante, determina una forma de relacionarse con los hombres que es la única que Laura conoce. Sin embargo su mirada expectante una vez que se termina el acto sexual muestra que lo que busca en esos hombres anónimos es otra cosa. En efecto, detrás de la coraza de indiferencia con la que Laura se protege, se esconde una niña hambrienta de amor, que duerme con mameluco y para quien la felicidad consiste en subirse a un carrusel y comerse un pan de nuez en la feria. Por ciertos detalles de la película, también podemos percatarnos de la indiferenciación que reina en su familia: por ejemplo, las letras que componen el nombre de Laura son casi las mismas que las de su hermano Raúl, o las de Ariel, su hijo imaginario y simbiótico. Pero los personajes de Laura y Raúl son en realidad muy distintos entre sí, pues él ha conservado la inocencia de la infancia, mientras que ella posee un secreto y un saber acerca de la maldad humana.
A mediados de febrero, Laura conoce a Arturo, un hombre que la iniciará a los placeres sadomasoquistas, y a la vez el primero que se interesará por su persona. Se ve cómo ambos se van alimentando mutuamente unos deseos que crecen insaciablemente y que los llevarán a unos momentos increíblemente violentos, seguidos de otros cada vez más tiernos. Durante esos actos sexuales sadomasoquistas, tal vez lo más impactante sean los gritos de Laura, que primero transmiten terror pero rápidamente se transforman en la expresión de un goce infinito. También es llamativa la necesidad de Laura de ofrendarse a ese hombre en toda su desnudez, en una entrega total y sin importar las consecuencias. Un momento importante de la relación es cuando Arturo toca la puerta para entregarle a la joven un conejo de chocolate, mismo que ella saborea y cuyo papel conserva junto a la fotografía del padre. Este dato muestra tanto la importancia afectiva que empieza a tener Arturo para ella como la asociación psíquica que establece entre ambos personajes. Pero la visita de Raúl marca otro cambio en la relación con Arturo, pues al escribirle “No vayas a venir, tengo visita” sin especificar quién está con ella y sin contestar la llamada telefónica, Laura está excitando los celos y la furia de Arturo. Con el paso de los días Laura inventa para sí misma el escenario de la muerte perfecta, en una recreación de la escena mítica en la que perdió su virginidad y en la que se fusionó con su objeto de amor incestuoso. Este suicidio-asesinato planeado no es ajeno a las circunstancias laborales de Laura, pues la joven está encontrando dificultades para mantenerse con su trabajo profesional.
En esta historia se distinguen los elementos que diferentes autores han relacionado con el masoquismo: la compulsión a la repetición (Freud, 1920), un superyó primitivo muy severo con una necesidad de castigo (Freud, 1924), unas heridas narcisistas tempranas (André, 2000) y un exceso de pulsión (de M’Uzan, 2000). Todos estos aspectos se encuentran plasmados en dos escenas: la primera, en la que Laura quema con su cigarro las hormigas que se pasean por la ventana; y la segunda, en que Arturo le inflige una quemadura en un seno y ella le pide que haga lo mismo con el otro seno. El que la segunda escena sea el reverso de la primera muestra a la vez cómo Laura se ve a sí misma, su necesidad de castigo y la forma como ella lleva adentro todo el guión de esta tortura que parecería surgir como una iniciativa de Arturo.
El narcisismo herido de Laura proviene sin duda de la relación con su madre, quien se perfila detrás de las figuras incestuosas de la película. Se trata de una madre que desde el inicio de la vida de Laura no le dio los cuidados y el amor que la niña necesitaba, y que “ni cuenta se daba” de lo que le pasaba a su hija. Este amor faltante de la madre está representado por el ser bañada por una figura materna y aparece en la escena en que Arturo orina encima de ella: lo primero que le viene a la mente a Laura cuando él le pregunta “¿Qué se siente que te meen?” es la palabra “calientito”.
El 29 de febrero, Laura se prepara para lo que parece ser un ritual iniciático, con su vestido blanco de virgen y su pubis rasurado. La escena en que su hermano Raúl llega en vez de Arturo le da un giro abrupto a la historia, en la que todo lo sucedido anteriormente adquiere una cualidad onírica. Es como un momento de regreso a la realidad, en que el verbo cortar que usa Raúl para aludir al rompimiento con su novia retoma su sentido metafórico, dejando atrás el corte fantaseado de la garganta de Laura. Asimismo, es un momento de elaboración donde por primera vez la vemos llorar, no sólo por el fracaso de su plan sino como una catarsis. De las macetas de la vecina, que todo el tiempo parecían estériles, por fin salieron plantas, y Laura tiene este gesto inesperado de cambiar la página del calendario y pasar al mes de la primavera.
Finalmente, podemos agregar que el personaje de Arturo, aun con su brutalidad, termina simbolizando una figura edípica buena que se abstiene de actuar la fusión incestuosa fantaseada, y de esta manera permite una nueva estructuración de Laura.

Agradezco a mi amiga Guadalupe Rodríguez por haber compartido conmigo el momento de descubrimiento de esta película, y por el rico intercambio de ideas sobre la misma.
Referencias
  1. ANDRÉ, Jacques (2000) Introduction. Le masochisme immanent. En L’énigme du Masochisme, sous la direction de Jacques Andrés, París, Petite bibliothèque de psychanalyse, Presses Universitaires de France, 2e tirage, 2006, 1-18.
  2. FREUD, Sigmund (1920) Más allá del principio de placer. Obras completas XVIII, Buenos Aires: Amorrortu editores, novena reimpresión, 2001,1-62.
  3. FREUD, Sigmund (1924), El problema económico del masoquismo. Obras completas XIX, Buenos Aires, Amorrortu editores, séptima reimpresión, 1997, 161-176.
  4. De M’Uzan, Michel (2000) Le masochisme pervers et la question de la quantité. En L’énigme du Masochisme, sous la direction de Jacques Andrés, París, Petite bibliothèque de psychanalyse, Presses Universitaires de France, 2e tirage, 2006, 131-142.


1 comentario:

  1. Un buen análisis de esta película, que crítica tan fuerte, bueno sin duda Año bisiesto es un cine muy crudo, muy fuerte, pero dentro de esa crudeza una sensibilidad inaguantable. Muy buena película, la recomiendo.

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